“Cocina como si tu vida dependiera de ello”


Me encanta la sencillez y profundidad de esta frase de Joshua Rosenthal, y es que, ¡es tan cierta!

Me acuerdo muy bien la calidez que sentía en el alma al entrar a mi casa, percibir los aromas y descubrir que mi mami había preparado algo delicioso para nosotros. O presenciar cómo mi papá transformaba con maestría una simple papa en un delicioso manjar. 

Ya sea un almuerzo súper elaborado, galletitas navideñas con la receta de mi abuelita o aplastar una papa con aceite de oliva y sal, esos recuerdos quedaron en mi mente como sinónimos de hogar.

Cocinar ha sido un elemento central de nuestra identidad como seres humanos, que, lamentablemente, estamos perdiendo. La cultura de “todo rápido”, la falta de tiempo y nuestra misma comodidad han hecho que, poco a poco, dejemos nuestra alimentación en manos de la “industria”. Hemos perdido de vista que la alimentación es uno de los pilares de nuestra salud (en este post te hablo de cómo la comida cambia todo). Algo que no nos ha quedado claro es que, como es natural, el objetivo de las empresas es maximizar sus ganancias. Mantenernos sanos no está necesariamente en su agenda, esa responsabilidad es nuestra.

Cuando estás a cargo de cocinar, escoges los mejores ingredientes (que no significa que sean caros o sofisticados), los preparas con cuidado (lavando, picando, escogiendo la forma de cocinarlos), inviertes tiempo en el proceso (y también energía) y ofreces el resultado como un regalo de amor (es amoroso nutrir el cuerpo y el alma de tus comensales).

Si asociamos el proceso de cocinar con valores, los que priman en una familia podrían ser: el cuidado, el amor, el brindar aprendizaje para la vida, el generar bienestar. Por el lado de la industria alimenticia, los valores primordiales son la eficiencia, la rentabilidad o la relación costo beneficio. Y no es que la industria alimenticia tenga intenciones torcidas (quisiera creer que no es así), pero los valores que tiene son muy diferentes de la esencia del cuidado y el bienestar de la familia.


Y todo esto no quiere decir que te pases la vida cocinando. La idea es hacerlo sencillo y funcional, cumpliendo el objetivo de nutrirnos con los mejores ingredientes posibles.

Estos son algunos aspectos importantes para tomar en cuenta:

* Trata de que tus ingredientes sean frescos y “reales”: es decir que no sean altamente procesados, vengan en envase y contengan ingredientes que no reconozcas.

* Date el gusto de fallar: ¡no tiene que ser perfecto! Así se aprende… y experimentando, a veces logras resultados que ni tu mism@ esperabas.

* Hazlo para ti: me pasaba mucho (y a veces me pasa todavía) que me estresaba por pensar en cómo preparar la comida para que le guste a todos (y era un bollo ya que todos tenemos gustos diferentes).

Un día le escuché a una maestra decir “cocinar es un acto de amor por ti mismo, cocinas lo que tú desees y lo ofreces al resto con amor… no hay peor ingrediente que el estrés”. Y es tal cual, cuando cocinamos, nuestra energía impregna los alimentos. El amor se transmite a través de la comida. Con esto, se acabó mi estrés… lo que no significa que mis hijos coman todo lo que les ofrezco, pero eso ya es una decisión de ellos…

* Hazlo sencillo: trata de planificar, de picar tus ingredientes con anticipación y conservarlos a mano. No todos los días tiene que ser una obra de arte… en la cotidianeidad, resalta el valor nutritivo por sobre la presentación, o incluso el sabor.

* Trata de que todos intervengan: me gusta la idea de que sea una tarea de todos. Cada cual puede aportar algo (como picar, poner la mesa, o lavar los platos al final) y es muy importante valorar ese aporte.

* Permite que cada uno “personalice” su plato: Este ha sido para mi familia un punto clave. Y es que le da la libertad a cada uno de condimentar su comida a su estilo. En la mesa se sirven todos los componentes de la comida por separado y cada uno toma lo que prefiere (¡claro que la ensalada siempre va primero!).

Puedes además incluir algunos de los siguientes ingredientes para que cada uno pueda darle un toque único de sabor a sus alimentos: Ajo, jengibre, cúrcuma, pimientas (de diferentes colores), orégano, cayena, cebolla deshidratada, semillas (linaza, calabaza, girasol, sésamo, mostaza, etc.), frutos secos (nueces, almendras, castañas, pecanas, maní, pasitas, arándanos, piñones, etc.), vinagre balsámico, vinagre de manzana, aceite de oliva, de coco, de sésamo, salsa de soya (mejor la reducida en sodio), algas nori, levadura nutricional, mostaza, zumo de limón o naranja, ralladura de limón o naranja, canela, miel… ¡las posibilidades son muchísimas!


Y no solo es el hecho de cocinar. Alrededor de la comida en casa, se genera un espacio muy valioso, de encuentro, de comunicación, en el que compartimos nuestras novedades y nos escuchamos los unos a los otros. ¿Qué te parece revalorizar la cocina como familia, como espacio sagrado de encuentro y calidez?

Cocinar es un arte que por mucho tiempo ha sido muy poco valorado. Y, si te pones a pensar, es el único arte que, literalmente, terminará corriendo por tus venas


Recuerda que la salud es un producto de nuestras decisiones diarias, una dieta equilibrada, mantenernos hidratados, descanso reparador, ejercicio y manejo del estrés. Si quieres adoptar hábitos de vida que potencien tu salud y bienestar yo te puedo ayudar! No dudes en contactarme…




Alejandra Navarro Rossetti
Socia Active Balance Life
Cel. (591) + 772 85073



Fuentes consultadas:
Pollan, Michael, “Saber comer”

Rosenthal, Joshua, “Integrative Nutrition, feed your hunger for health & happiness” 

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