Se
denomina microbiota al conjunto de estos microorganismos y microbioma a ellos y
su material genético. La microbiota está compuesta por bacterias, levaduras, arqueas,
hongos, protozoarios, incluso virus (aunque actualmente la palabra nos genere
reparos). Hay una creciente cantidad de ciencia intentando descifrar las repercusiones
del viroma humano[i]
(si, el conjunto de los virus que nos habitan y su material genético).
Tenemos
100 veces más genes provenientes de microorganismos que genes humanos. Esos
genes microbianos codifican una serie de proteínas que tienen funciones esenciales
para nuestra salud. La ciencia considera a la microbiota un órgano muy especial
ya que es el único formado por células no humanas, que cumple funciones en
nuestro cuerpo, influencia otros órganos, utiliza recursos para funcionar, tiene
un metabolismo propio, pesa igual que el hígado o el cerebro y ¡es inteligente! Aunque
la gran mayoría de estos microorganismos anidan en nuestro intestino grueso (microbiota
intestinal), también se encuentran en diferentes partes del cuerpo como la
piel, la boca, los ojos, otras mucosas, incluso en lugares que históricamente
la ciencia creía estériles como el cerebro[ii], la
sangre[iii]
o el líquido amniótico[iv].
La
microbiota intestinal está compuesta por al menos 500 especies de
microorganismos, en cantidad, exceden al número de
estrellas de la vía láctea. Hipócrates decía que todas las enfermedades
comienzan en el intestino, y por cómo está progresando la ciencia en este
campo, parece que no estaba equivocado. El sistema digestivo es una superficie
de intercambio entre lo que sucede en el mundo exterior y todo lo que sucede en
nuestro interior. Es nuestra línea de defensa contra ataques de potenciales
patógenos. En el intestino se localizan entre el 70 y el 80% de nuestras
células inmunocompetentes y se estima que alrededor del 90% de las enfermedades
están relacionadas directa o indirectamente con la salud gastrointestinal y de
la microbiota. Al parecer, al cuidar nuestra microbiota nos aseguramos que ella
cuide también de nosotros.
Diversidad
y equilibrio
La microbiota
participa en funciones, como la digestión, producción de determinadas
vitaminas, regulación del sistema inmunológico y muchos otros procesos que no podrían llevarse a cabo sin
su participación. Su presencia, ausencia o desequilibrio influyen
en la aparición y desarrollo de muchos problemas de salud. La
mayoría de nuestros microorganismos son comensales, es decir no son “ni buenos
ni malos”. Alrededor del 20% son simbiontes, es decir que tenemos una relación
de mutuo beneficio con ellos. Otro porcentaje (se estima que 30%) son
patobiontes, es decir que, si bien la evidencia parece mostrar que cumplen
funciones importantes para nuestra salud, en condiciones de alteración del
ecosistema tienen el potencial de provocar enfermedades[v]. Al parecer, uno de los
factores que define el buen desempeño de la microbiota es el equilibrio de su
composición[vi].
https://www.nature.com/articles/nri2515
Un
ejemplo de esto es el Helicobacter pylori. En condiciones normales, es decir
cuando hay equilibrio, no causa ningún daño y su ausencia (por no
colonización o por erradicación) está asociada al reflujo gastroesofágico y sus
consecuencias, al asma infantil y a desórdenes metabólicos. Sin embargo, en
desequilibrio, su proliferación está relacionada al incremento en el
riesgo de diferentes tipos de cáncer en el tracto digestivo[vii].
Hay mucho
sobre lo que todavía se desconoce del microbioma humano. Estudiarlo es de por
sí complicado, además de que son muchos factores los que intervienen en su
formación (una combinación infinita de ambientes y condiciones de nacimiento, crianza,
diferentes hábitos de vida, exposición a medicamentos, y un largo etc). Es por
esto que la ciencia no ha podido definir lo que es una microbiota sana, pero la
evidencia sugiere que la diversidad y el equilibrio son claves[viii].
Eje
intestino, cerebro, microbiota
Nuestro
Sistema Nervioso Central (SNS) tiene un hermano gemelo, el Sistema Nervioso
Entérico (SNE), conocido como nuestro segundo cerebro. Más de 100 millones de
neuronas se encuentran a lo largo del revestimiento del tracto gastrointestinal
y forman el SNE, que se encarga del funcionamiento básico gastrointestinal
(motilidad, secreción mucosa, flujo sanguíneo). La comunicación entre ambos se
ejerce al parecer a través de diversas vías de comunicación, como la
estimulación del nervio vago, el sistema circulatorio (gracias a la producción
de neurotransmisores, hormonas o metabolitos como los ácidos grasos de cadena
corta) y el sistema inmune que se activa por la microbiota[ix].
El
nervio vago (NV) es parte del Sistema Nervioso Parasimpático (SNP) que es el encargado
de nuestras respuestas de descanso, relajación y digestión. El NV tiene muchas
fibras nerviosas y funciona como una autopista de comunicación entre las
señales del intestino al cerebro. Se estima que la información que va del
intestino hacia el cerebro es alrededor del 85% del total de la comunicación
entre estos dos órganos. Esta conexión
cada vez más estudiada, puede ser la posible explicación a algunos de los más
frecuentes trastornos neurológicos de nuestro entorno, como la enfermedad de
Alzheimer, la enfermedad de Parkinson o la esclerosis múltiple[x].
El
NV participa en muchas funciones como tener sensaciones en la piel, en el oído,
controlar la frecuencia cardiaca, procesos digestivos, procesos metabólicos, de
absorción de nutrientes. Es uno de los
encargados de la excreción de ácido en el estómago, fundamental en el proceso
de digestión y defensa contra patógenos externos[xi]. Alteraciones en la
microbiota intestinal y el estrés entre otros factores, generan alteraciones en
el NV y por lo tanto, en la vía de comunicación del intestino y el cerebro.
Funciones
e impacto en la salud
Son
muchos los aspectos que se desconocen sobre el funcionamiento de la microbiota,
sin embargo, está establecido su papel crucial en el sistema inmunológico,
metabólico y hormonal, el funcionamiento del cerebro, incluso en nuestro estado
de ánimo. De hecho, se han llegado a describir más de 20,000 funciones
biológicas distintas de la microbiota en nuestro organismo[xii]. Algunas de estas funciones esenciales
comprenden:
Modulación
de la respuesta del sistema inmunológico y la respuesta inflamatoria[xiii]. La barrera digestiva
nos protege de microorganismos provenientes del exterior. Además, la
comunicación entre la microbiota y el cuerpo tiene un rol fundamental en el
desarrollo correcto de las funciones de nuestro sistema inmune y el tejido
linfático, interacción que modula los mecanismos de memoria del sistema
inmunológico.
Producción
de “posbióticos”, que son sustancias producidas por nuestros microrganismos y
que tienen efectos benéficos para la salud. La microbiota permite digerir componentes
que el cuerpo no puede digerir y metabolizar sustancias esenciales para la
salud, por ejemplo, vitaminas K y B12, o la producción de butirato a través de la
digestión de diferentes tipos de fibra. Este ácido graso de cadena corta es muy
beneficioso para nuestra salud, coadyuva por ejemplo en la mejora de nuestro
ritmo circadiano[xiv],
ayuda a gestionar el estrés, tiene un efecto antiinflamatorio y protector del
intestino[xv],
ayuda a prevenir el cáncer de colon[xvi] y más.
Protección
contra microorganismos patógenos, sustancias carcinógenas, metales tóxicos,
químicos nocivos presentes en el ambiente y partículas de polvo y suciedad[xvii].
Regulación
del metabolismo[xviii],[xix] aportando en la
producción de vitaminas B y síntesis de ácidos de cadena corta (acetato,
propionato y butirato) y el sustrato energético para la piel interior del colon
(epitelio)[xx]
, a través de reacciones bioquímicas. Este proceso da lugar a la recuperación
de energía para nuestro metabolismo así como la como la absorción de sustancias
nutritivas.
Adicionalmente,
la microbiota parece tener un papel fundamental a la hora de adaptarnos. Una
adaptación genética puede tomar muchas generaciones, sin embargo, la microbiota
es más flexible y puede influenciar nuestra genética para que logremos
adaptarnos a cambios del entorno[xxi],[xxii].
Por
otro lado, el entorno “moderno” ha impactado también a nuestros microbios y
parece haber dado pie a muchas enfermedades relacionadas a desequilibrios en la
microbiota. Estudios en poblaciones que han estado relativamente aisladas de la
vida moderna, muestran que dichas poblaciones tienen entre 500 y 700 variedades
diferentes de microorganismos adicionales a los de una persona promedio en
sociedades modernas[xxiii]. Aunque la diferencia
no parezca muy grande, es importante pensar en el desbalance que se origina
cuando una especie entera se extingue en el mundo (por ejemplo, piensen en la
extinción de las abejas). Esa microbiota diversa puede ser un factor protector
que explique las bajas tasas de alergias, asma, enfermedades atópicas y
condiciones crónicas como la diabetes tipo 2 y enfermedades cardiacas en esas
poblaciones, enfermedades por cierto, altamente prevalentes en sociedades “modernas”.
FOTOGRAFÍA Carla Tejada
http://cronistaslatinoamericanos.com/mujer-escencia-del-bosque/
La creciente
evidencia científica muestra que existe una relación directa o indirecta de
desajustes en la microbiota[xxiv] y enfermedades gastrointestinales
como gastritis, ulceras, síndrome del colon irritable, enfermedades
inflamatorias intestinales como colitis ulcerativa, chron, sobrepoblación de
bacterias en el intestino delgado, hígado graso, alergias, asma, eczema, diabetes,
enfermedades autoinmunes, problemas neurológicos como depresión, ansiedad,
transtorno de déficit de atención, hiperactividad, cáncer y autismo.
Esto,
por supuesto también es válido cuando hablamos de Covid-19[xxv]: “[Si bien] no hay forma
de que nuestro microbioma intestinal ejerza una protección directa contra la
COVID-19, disponemos de sólidas pruebas de la existencia de una relación
estrecha entre microbiota y sistema inmunitario. Una microbiota sana y equilibrada
favorece la homeostasis inmunitaria, evitando así la hiperreactividad del
sistema inmunitario de una persona”[xxvi].
Por
otro lado, la microbiota afecta también en nuestra salud mental y emocional[xxvii]. Tendemos a pensar que
somos seres racionales, que toman sus decisiones “con la cabeza”. Sin embargo,
la ciencia nos está probando que esto no es así. Pese a que somos capaces de analizar
datos o sopesar pros y contras, las decisiones que tomamos se ven normalmente
influenciadas por nuestras emociones. Estas emociones influyen en cómo interpretamos
la información y cómo tomamos decisiones. El regulador principal de nuestras
emociones es el intestino.
Muchos
de los neurotransmisores que el cerebro utiliza para regular procesos
psicológicos así como procesos mentales como el aprendizaje, memoria y humor
son producidos en el intestino (por ejemplo el 90% de la serotonina y el 50% de
la dopamina[xxviii]).
Algunos son sintetizados de los alimentos que consumimos pero, en su mayoría,
son producidos por las bacterias que nos habitan. Estudios en animales han
mostrado que la manipulación de la microbiota, produce comportamientos
relacionados a la ansiedad y la depresión[xxix],
a problemas de sueño[xxx],
incluso enfermedades neuropsiquiátricas como el trastorno bipolar[xxxi].
La posibilidad de prevenir y tratar trastornos de ansiedad y depresión,
desórdenes psiquiátricos y enfermedades mentales a través de intervenciones en
el intestino van en ascenso, parece ser que mantener una microbiota en balance
puede ayudar en gran medida también a tener una buena salud mental, aunque
todavía falta mucho por investigar.
Microbiota,
bioindividualidad y enterotipos
Como
seres humanos, tenemos entre 20,000 a 22,000 genes y éstos son prácticamente
idénticos entre todas las personas en el
mundo (compartimos 99,9% de genes entre todos los seres humanos).
También compartimos el 96% de genes con nuestros primos más cercanos: los
chimpancés y tenemos solo unos pocos genes más que la mosca de la fruta. En
cambio la cantidad y variedad de microorganismos que habitan nuestro cuerpo es
inmensa, varía de persona a persona e incluso en una misma persona. En la
superficie de la mano tenemos más microbios que seres humanos en la tierra y
son diferentes los que habitan nuestra mano izquierda de los que están en la
derecha.
La
microbiota de una persona es información, habla sobre sus hábitos de vida. Al
analizarla, un microbiólogo podría conocer si la persona: come carne o si su
dieta está basada en verduras y carbohidratos, si ha tomado medicamentos
recientemente, si tiene una mascota, etc. No hay dos microbiomas idénticos,
difieren entre 80-90% de persona a persona. Lo que nos hace verdaderamente
diversos es nuestra parte NO humana, lo que llevamos dentro. Este microbioma es
el producto de nuestra experiencia de vida, la base más notable de la
bioindividualidad, nuestra verdadera huella digital.
Si
bien esto es así, también se sabe que existen tres grandes grupos de
comunidades bacterianas denominados enterotipos[xxxii],
algo así como el grupo sanguíneo, pero aplicado a la microbiota. Cada
enterotipo está dominado por un tipo de bacterias que es independiente de
factores como el origen, la edad y la salud de la persona[xxxiii].
Factores
que afectan la microbiota
Esta
bioindividualidad microbiana es el producto de la combinación de muchos
factores que hacen que, dos personas de la misma familia, criadas en
condiciones similares, tengan de todas maneras una gran variabilidad entre sus
microbiotas. Los factores más relevantes que la afectan ya sea positiva o
negativamente son los siguientes:
Primera
infancia: La microbiota del bebé comienza a desarrollarse cuando todavía está en
el vientre de su madre. Las bacterias que están en la boca de la madre están en
el tubo digestivo del feto antes de nacer. La alimentación y los hábitos de la
mamá son muy importantes. Sin embargo, el momento de mayor colonización se da
en el parto. En el último trimestre del embarazo, la microbiota vaginal de la
madre empieza a cambiar. Cuando el bebé nace por parto natural, es colonizado
por la microbiota vaginal. El nacimiento por cesárea es diferente y las
bacterias que empiezan a colonizar al bebé son las que están en la piel de la
madre y del personal que está realizando la intervención[xxxiv],
y no los de la vagina.
Por
otra parte, el tipo de lactancia también es esencial. La lactancia materna es
prácticamente un seguro de salud para el bebé, lo protege contra muchas
condiciones como la celiaquía, posiblemente también el autismo, entre otras
muchas. La leche materna contiene microorganismos vivos (probióticos) y un tipo
de fibra indigerible, destinada a alimentar y fortalecer la microbiota del bebé
(prebióticos). Es ideal que por lo menos hasta los 6 meses sea la única
alimentación que reciba.
Se
considera que entre los 2 y 3 años se consolida la microbiota del niño, por lo
que el estilo de vida en ese periodo de tiempo es fundamental para su salud
(alimentación, contacto con la naturaleza, tratamientos médicos, etc.).
Guerra
contra las bacterias: Por mucho tiempo, la humanidad ha tenido una relación antagónica
con los microbios. Esta fobia sin duda trajo grandes beneficios y es uno de los
factores que más coadyuvó al incremento de la esperanza de vida, al permitirnos
hacerle frente a las enfermedades infecciosas. Lamentablemente, esta guerra se
ha llevado al extremo, pretendiendo esterilizar los ambientes en los que nos
desarrollamos. Crecer en ambientes demasiado limpios tiene un impacto negativo
en la salud[xxxv].
Esta obsesión con la higiene, está reduciendo nuestra población microbiana, lo
que irónicamente, incrementa la probabilidad de contraer infecciones por agentes
patógenos[xxxvi].
Exposición
a medicamentos: No hay duda de que los antibióticos salvan vidas y de que son
imprescindibles en ciertas circunstancias, sin embargo, no somos del todo
conscientes de lo serio que es su uso indiscriminado e incorrecto. Por una
parte, se recetan muy libremente y por otra, se consumen inadecuadamente (no se
terminan los tratamientos o no se siguen los horarios indicados). Hay países,
como el nuestro, en el que podemos comprar antibióticos en el sector de caja de
los supermercados, literalmente, al lado de los caramelos.
Foto tomada en el sector de cajas de un supermercado en Santa Cruz
Los
tratamientos con antibióticos dañan mucho la microbiota, matan bacterias malas
y buenas sin distinción. En varios países, ya se compagina la prescripción de antibióticos
con probióticos para minimizar el daño.
Un
gran problema que conlleva el uso indiscriminado de antibióticos es la
resistencia a los mismos, planteado por la OMS como uno de los grandes
problemas de salud global en la actualidad. La evidencia muestra que las
bacterias pueden transferir e intercambiar su material genético de manera
horizontal, lo que significa que bacterias que nunca han estado expuestas a
antibióticos, pueden hacerse resistentes de todas maneras por esta
transferencia[xxxvii].
Y en un mundo híper conectado, la transferencia de bacterias resistentes es muy
sencilla. Ejemplo de esta híper conexión es lo que estamos viviendo actualmente
con el Covid-19, que en poco tiempo se ha extendido por todo el mundo.
Por
otra parte, existe la posibilidad de que la fuente más importante de
antibióticos a los que nos exponemos sea a través del consumo de carne de
animales criados convencionalmente (en los que se usan grandes cantidades de antibióticos
para disminuir enfermedades y fomentar el engorde) y el constante vertido al
medio ambiente de antibióticos a través de aguas residuales[xxxviii].
Otros
medicamentos de uso común también están relacionados con daños a la microbiota:
antiinflamatorios (como el ibuprofeno), antiácidos, inhibidores de la bomba de
protones (como el omeprazol), anticonceptivos orales, relajantes musculares y
otros[xxxix].
Exposición
a químicos: Varios químicos a los que estamos expuestos cotidianamente tienen
también un impacto negativo en nuestra microbiota, por ejemplo el cloro que se
usa para potabilizar el agua, los químicos de los productos de limpieza, de
higiene personal y los que se rocían en los alimentos (plaguicidas, etc.). Algunos
ingredientes de los productos ultra procesados, como ser edulcorantes[xl],
emulsionantes[xli],
alteran también la microbiota.
Como
ves, muchos de estos factores escapan en mayor o menor medida a nuestro
control, pero hay otros sobre los que SI podemos influir. Estos factores son
los que están relacionados con nuestro estilo de vida.
¿Cómo
cuidar la microbiota?
Prioriza
la alimentación prebiótica y antiinflamatoria: Como vimos, una microbiota sana es una microbiota diversa
y equilibrada. Una herramienta muy accesible que tenemos para cuidarla es la
alimentación. La relación entre lo que comemos y el tipo de bacterias que
habitan dentro nuestro es directa. El alimento para ellos se llama prebiótico,
de ahí que la alimentación prebiótica busca cómo podemos alimentarnos a
nosotros, procurando que ello también mantengan un estado de salud
óptimo[xlii].
Así como nuestros microorganismos cumplen funciones que nos benefician también
tienen necesidades, ¡hasta gustos! y están genéticamente equipados para
fermentar mejor diferentes tipos de fibra. Entonces, para alimentarlos,
queremos una gran variedad de fibra altamente fermentable. En este video te
comparto mucho más sobre la alimentación prebiótica, además de un par de recetas.
Consume
alimentos probióticos: Los probióticos son alimentos (o suplementos) que
contienen microorganismos vivos. Los fermentos son alimentos literalmente
vivos, pues contienen gran cantidad y variedad de microorganismos. Los alimentos
fermentados son más nutritivos por la presencia de vitaminas del grupo B y K
por ejemplo, promueven la modulación del sistema inmunológico y ayudan en el
proceso digestivo, puesto que los microbios han hecho gran parte del trabajo. En
este video, Rocío de CULTIVA - Salud Integral y Consciente, comparte más sobre
este tema y nos enseña a preparar dos recetas:
Reduce
el consumo de productos ultra procesado y carne de animales criados convencionalmente: Como vimos párrafos arriba, los
productos ultra procesados tienen entre sus ingredientes aditivos potencialmente dañinos para la
microbiota.
No
te auto mediques: Esto parece muy obvio pero, entre mis clientes y conocidos es
muy común hacerlo. Todos los medicamentos tienen efectos no deseables, usarlos
sin receta o sin seguir las indicaciones del profesional daña nuestra salud y
la de nuestra microbiota.
Muévete
más: La actividad física impacta positivamente la microbiota[xliii]
afectando la diversidad y la composición microbiana[xliv] a
través de la contracción muscular y el consumo de oxígeno que genera. Además se
incrementa la producción de ácidos grasos de cadena corta (conocidos por
reducir la inflamación, mantener estables los niveles de insulina, reducir la
probabilidad de cáncer de colon y producir energía), favorece el tránsito
intestinal (lo que modifica la composición de la microbiota).
Adicionalmente,
la actividad física reduce los niveles de estrés, favoreciendo de esta manera a
nuestra salud y la de nuestra microbiota.
Gestiona
tus niveles de estrés: El estrés es un tema muy amplio, del que seguro
hablaremos en otras entradas en el blog. Sólo mencionar por aquí que el estrés
activa el Sistema Nervioso Simpático (SNS), nuestro mecanismo ancestral de
supervivencia que pone al cuerpo en un estado de huir /pelear /o quedar paralizados.
Esto produce cambios drásticos en el cuerpo, que entre otras cosas, reduce las
contracciones del intestino, generando un tránsito intestinal más lento y por
lo tanto, impacta negativamente en la microbiota. El cerebro entiende que
estamos bajo amenaza y si este estado se mantiene en el tiempo, se deprime
nuestro sistema inmunológico, por lo que somos más vulnerables a cualquier
enfermedad.
Técnicas
como la meditación o el mindfulness estimulan la actividad del nervio vago, a
través de la respiración, activando nuestro Sistema Nervioso Parasimpático
(SNP), poniendo al cuerpo en estado de relajación. La respiración consciente es
una potente herramienta que sincroniza la comunicación entre el cerebro, el
intestino, incluso el corazón y pulmones[xlv].
El
descanso adecuado, del que también hablaremos en otras entradas, es también
esencial en la gestión del estrés.
Procura
exponerte a la naturaleza: La vida moderna, que reduce el contacto con la
naturaleza impacta también en la microbiota, al tener menos contacto con
microorganismos externos. Esto debilita la diversidad microbiana y afecta a
nuestro sistema inmunológico. Los niños que tienen mascotas al crecer
(especialmente perros) tienen una menor probabilidad de desarrollar asma de
mayores[xlvi].
El
contacto con el exterior (árboles, tierra, plantas, pasto) refuerza la
microbiota, aumentando la diversidad y la cantidad de ciertas bacterias
beneficiosas, en la piel y en los intestinos[xlvii].
Al final de cuentas, la naturaleza ha sido nuestro hábitat por el 99,9% de
nuestra evolución como humanos, como decía John Muir “Ir a las montañas es ir a
casa”.
Cuida
tu microbiota oral y la de tu piel[xlviii]: No sólo es esencial
la microbiota intestinal, la microbiota oral y la de la piel tienen también un
impacto importante en nuestra salud. El uso indiscriminado de enjuagues bucales
comerciales, la alimentación inadecuada, la inadecuada higiene oral (ya sea por
defecto o por exceso), respirar por la boca, el consumo de sustancias tóxicas
como el tabaco o el alcohol, que pasan por la boca, impactan sobre la
microbiota. Para mantenerla en buen estado evita esos factores de riesgo, acude
a tu dentista regularmente, respira por la nariz, cambia el enjuague bucal por
aceite de coco y aplica las recomendaciones citadas previamente (alimentación,
movimiento, gestión del estrés, etc).
La
piel es el órgano que marca el límite entre tú y el mundo y también está cubierta de microbios. El exceso de higiene (frotarnos la
piel, uso excesivo de jabón, lavado continuo, etc.), ducharse con agua muy
caliente, el abuso de antibacteriales o alcohol, dañan la microbiota de la piel. En épocas de
Covid, por supuesto que es importante cuidarse, pero el abuso de estos cuidados
puede, paradójicamente, ir en nuestra contra.
Este
es un tema apasionante, esencial y que seguramente seguirá afectando cómo se
practica la medicina actualmente.
En
conclusión, como es afuera, es adentro: la diversidad y el equilibrio SIEMPRE
nos enriquecen.
Alejandra Navarro Rossetti
Coach en nutrición integrativa, salud digestiva, sueño y descanso
Active Balance Life
Cel. (591) 772-85073
[v] “Microbiótica,
nutrición simbiótica y microorganismos regeneradores” LAZARO, Luis Antonio, coordinador.
[vi] “Universo
microbiota”, GÓMEZ SENENT, Silvia.
[viii] “Alimentación
prebiótica: Para una microbiota intestinal sana” CAÑELLAS, Xavi, SANCHÍS,
Jesús, AGUADO, Xavier, REDONDO, Lucía.
[xvii] “Microbiótica,
nutrición simbiótica y microorganismos regeneradores” LAZARO, Luis Antonio, coordinador.
[xviii] “La biblia de la
salud intestinal”, MULLIN, Gerard.
[xx] “Microbiótica,
nutrición simbiótica y microorganismos regeneradores” LAZARO, Luis Antonio, coordinador.
[xxvii] “Pensar con el
estómago”, MAYER, Emeran.
[xxxiii] “Microbiótica,
nutrición simbiótica y microorganismos regeneradores” LAZARO, Luis Antonio, coordinador.
[xxxv] “Microbiótica,
nutrición simbiótica y microorganismos regeneradores” LAZARO, Luis Antonio, coordinador.
[xlii] “Alimentación
prebiótica: Para una microbiota intestinal sana” CAÑELLAS, Xavi, SANCHÍS,
Jesús, AGUADO, Xavier, REDONDO, Lucía.
[xlv] “Universo
microbiota”, GÓMEZ SENENT, Silvia.
[xlviii] ¡Es la microbiota,
idiota!: Descubre cómo tu salud depende de los billones de microorganismos que
habitan en tu cuerpo”, ARPONEN, Sari.
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